Reflexión mariana

Por estas tierras y pueblos de la Baja Extremadura, se repite el fervor mariano con extraordinaria continuidad. Entre nosotros, en Bienvenida, la devoción a la Virgen de los Milagros se confunde con los primeros vecinos, que dieron comienzo a ésta comunidad y encomienda en el mar de la vida y de la historia; donde resplandece María como estrella de luz y esperanza.

Cinco largos Siglos contemplan la radiante y enardecida entrega de este pueblo cristiano a María en su advocación de los Milagros. Es como una corriente, que inunda de su vitalidad el tejido entero del alma y el corazón de los convivientes próximos, y atrae el anhelo de los que están fuera para abrazarla con sus ojos y alma.

En María, la Virgen de los Milagros, la misericordia divina tiene forma de mujer, para cuantos la aman.

Los moradores originarios la sintieron cómo La Bienvenida a sus casas y grupo humano, y fue su guía de paz, reconciliación y cohesión histórica.

Para todos, en este lugar de acogida franca y abierta, María suscita la vocación ancestral del hombre a la unión con Dios, cómo la más alta razón de la dignidad humana.

Es impensable la vida en ésta comunidad popular y cristiana, si no se sintieran los latidos del corazón de María, sería como segar bajos sus pies la tierra, donde se asienta su vida y su historia.

En María de los Milagros se inicia el camino a Cristo, Verbo e Hijo de Dios, nacido de María para rescatar al hombre para su vocación divina.

La Virgen gratifica el corazón de ésta comunidad, no como una vana credulidad, que oscurece la fe, sino que la enriquece y alimenta para salvación del hombre. Tan viva es la relación de María, que lleva a Cristo, que un párroco del Siglo XIX se queja ante la imposibilidad de atender la Santa Misa en la Ermita, y al mismo tiempo en su escrito de queja ante la autoridad, nos dejó un cuadro social de la piedad popular de los bienvenidenses con la Virgen. Dice: Continúa la falta de Misa en la ermita de los Milagros, que es donde tanta falta hace, y doloroso es y perjudicial que el pueblo, que acostumbra a oir la misma en la Ermita, se acostumbre a pasarse sin oírla, porque allí va el pobre que no tiene capa para ponerse, la mujer que no tiene mantilla de seda, el niño que no tiene zapatos, etc; ése es el auditorio de la Ermita, pero numeroso, grande y devoto.

A María de los Milagros, se puede aplicar las palabras de Benedicto XVI: María os ayudará a seguir a Jesús con fidelidad, a uniros a Él en la ofrenda del sacrificio, a llevar en el corazón la alegría de su resurrección y a vivir en una docilidad constante al Espíritu de Pentecostés.

El párroco